Según cuenta la leyenda, Mamés ("el que fue amamantado") nació en el seno de una familia modesta. Algunos historiadores datan la fecha de su nacimiento en el 259 y la de su martirio en el 275.
Hijo de Teodoto y Rufina, San Mamés nació en prisión al estar encarcelados sus padres por ser cristianos.
Poco después de su nacimiento murieron el padre y la madre, estando
ambos elevados a los altares. A partir de entonces, Mamés fue criado por
una viuda rica llamada Ammia, también santa, que murió cuando Mamés
tenía quince años dejando al joven heredero de su hacienda.
El gobernador de Cesarea de Capadocia (Asia Menor, actual Turquía) sometió a tormentos a San Mamés, sin conseguir que abjurara de su fe. Después, lo envió al emperador Aureliano que ordenó someterle a nuevas torturas. Cuenta la leyenda que un ángel lo liberó y le mandó refugiarse en un monte cercano a Cesarea.
Al parecer, San Mamés consiguió amansar a los leones a los que había
sido entregado en el circo y, ante este portento, decidieron acabar con
su vida clavándole un tridente en el abdomen. Aunque sangrando, el joven
Mamés consiguió llegar hasta la cueva cerca del teatro, donde murió
invitado al cielo por los ángeles.
También, hay versiones de que San Mamés fue arrojado y devorado por los leones (por eso al estadio del Athletic Club de Bilbao
se le llama San Mamés y a sus jugadores, los Leones). Todavía se
conserva la estatua de este niño mártir, apoyado en un pequeño león, en
la Casa de la Misericordia de Bilbao, antiguamente el convento de San Mamés y actualmente uno de los mayores orfanatos de Europa.
Aunque los datos tradicionales del martirio bajo Aureliano (275 d. C.) no están plenamente confirmados, pueden considerarse verosímiles.
Tradicionalmente, es considerado como el protector de las personas
con roturas de huesos y de los lactantes. Sin embargo en la localidad de
Murero (Zaragoza) se le considera el abogado de los que sufren de hernia.
Hijo de Teodoto y Rufina, San Mamés nació en prisión al estar encarcelados sus padres por ser cristianos.
Poco después de su nacimiento murieron el padre y la madre, estando
ambos elevados a los altares. A partir de entonces, Mamés fue criado por
una viuda rica llamada Ammia, también santa, que murió cuando Mamés
tenía quince años dejando al joven heredero de su hacienda.
El gobernador de Cesarea de Capadocia (Asia Menor, actual Turquía) sometió a tormentos a San Mamés, sin conseguir que abjurara de su fe. Después, lo envió al emperador Aureliano que ordenó someterle a nuevas torturas. Cuenta la leyenda que un ángel lo liberó y le mandó refugiarse en un monte cercano a Cesarea.
Al parecer, San Mamés consiguió amansar a los leones a los que había
sido entregado en el circo y, ante este portento, decidieron acabar con
su vida clavándole un tridente en el abdomen. Aunque sangrando, el joven
Mamés consiguió llegar hasta la cueva cerca del teatro, donde murió
invitado al cielo por los ángeles.
También, hay versiones de que San Mamés fue arrojado y devorado por los leones (por eso al estadio del Athletic Club de Bilbao
se le llama San Mamés y a sus jugadores, los Leones). Todavía se
conserva la estatua de este niño mártir, apoyado en un pequeño león, en
la Casa de la Misericordia de Bilbao, antiguamente el convento de San Mamés y actualmente uno de los mayores orfanatos de Europa.
Aunque los datos tradicionales del martirio bajo Aureliano (275 d. C.) no están plenamente confirmados, pueden considerarse verosímiles.
Tradicionalmente, es considerado como el protector de las personas
con roturas de huesos y de los lactantes. Sin embargo en la localidad de
Murero (Zaragoza) se le considera el abogado de los que sufren de hernia.